lunes, 16 de noviembre de 2020

ESDRAS. CAPÍTULO II

 21Lista de los pertenecientes a la provincia de Judá, deportados a Babilonia por Nabucodonosor, que volvieron a Jerusalén y Judá -cada uno a su pueblo- desde el destierro. 2Fueron con Zorobabel, Josué, Nehemías, Serayas, Reelayas, Mardoqueo, Bilsán, Mispar, Bigvay, Rejún y Baná.

Lista de los seglares:

3 Descendientes de Farón, dos mil ciento setenta y dos.

4Descendientes de Sefatías, trescientos setenta y dos.

5Descendientes de Araj, setecientos setenta y cinco.

6Descendientes de Pajat Moab, descendientes de Josué y de Joab, dos mil ochocientos doce.

7Descendientes de Elán, mil doscientos cincuenta y cuatro.

8Descendientes de Zatú, novecientos cuarenta y cinco.

9Descendientes de Zacay, setecientos sesenta.

10Descendientes de Baní, seiscientos cuarenta y dos.

11Descendientes de Bebay, seiscientos veintitrés.

12Descendientes de Azgad, mil doscientos veintidós.

13 Descendientes de Adonicán, seiscientos sesenta y seis.

14Descendientes de Bigvay, dos mil cincuenta y seis.

15Descendientes de Adín, cuatrocientos cincuenta y cuatro.

16Descendientes de Ater, de Ezequías, noventa y ocho.

17Descendientes de Besay, trescientos veintitrés.

18Descendientes de Yorá, ciento doce.

19Descendientes de Jasún, doscientos veintitrés.

20Descendientes de Guibar, noventa y cinco.

21Ciento veintitrés hombres de Belén.

22Cincuenta y seis de Netofá.

23Ciento veintiocho de Anatot.

24Cuarenta y dos de Azmaut.

25Setecientos cuarenta y tres de Quiriat Yearim*, Quepira* y Beerot*.

26Seiscientos veintiuno de Ramá y Guibeá.

27Ciento veintidós de Micmás.

28Doscientos veintitrés de Betel y Ay.

29Descendientes de Nebo, cincuenta y dos.

30Descendientes de Magbís, ciento cincuenta y seis.

31Descendientes del otro Elán, mil doscientos cincuenta y cuatro.

32Descendientes de Jarín, trescientos veinte.

33 Descendientes de Lod, Jadid y Onó, setecientos veinticinco.

34Descendientes de Jericó, trescientos cuarenta y cinco.

35Descendientes de Senaá, tres mil seiscientos treinta.

36Sacerdotes:

Descendientes de Yedayas, de la familia de Josué, novecientos setenta y tres.

37Descendientes de Imer, mil cincuenta y dos.

38Descendientes de Pasjur, mil doscientos cuarenta y siete.

39Descendientes de Jarín, mil diecisiete.

40Levitas:

Descendientes de Josué y de Cadmiel, de la familia de Hodavías, setenta y cuatro.

41Cantores:

Descendientes de Asaf, ciento veintiocho.

42Porteros:

Descendientes de Salún, Ater, Tamón, Acub, Jatitá y Sobay, ciento treinta y nueve en total.

43Donados:

44Descendientes de Sijá, Jasufá, Tabaot, Querós, Siahá, Fadón, 45Lebaná, Jagabá, Acub, 46Jagab, Samlay, Janán, 47Guidel, Gájar, Reayas, 48Resín, Necodá, Gazán, 49Uzá, Pasej, Besay, 50Asná, meunitas, nefusitas, 51Bacbuc, Jacufá, Jarjur, 52Baslut, Mejidá, Jarsá, 53Barcós, Sísara, 54Támaj, Nesij y Jatifá.

55Siervos de Salomón:

56Descendientes de Sotay, Soféret, Perudá, Yalá, Darcón, Guidel, 57Sefatías, Jatil, Poquéret, el sebaíta, y Amí.

58Total de donados y siervos de Salomón, trescientos noventa y dos

59Lista de los que subieron de Tel Méaj, Tel Jarsá, Querub, Adán e Imer, pero no pudieron probar su ascendencia o su origen israelita: 60Descendientes de Delayas, Tobías y Necodá, seiscientos cincuenta y dos.

61Y entre los sacerdotes, los descendientes de Jobayas, Hacós y Barzilay (que se casó con una hija de galaadita Barzilay tomó su nombre). 62Buscaron su registro genealógico, pero no lo encontraron, y se les excluyó del sacerdocio. 63El gobernador les ordenó que no comiesen de los alimentos sagrados hasta que apareciese un sacerdote experto en consultar las suertes.

64La comunidad constaba en total de cuarenta y dos mil trescientas sesenta personas, 65sin contar los esclavos y esclavas, que eran siete mil trescientos treinta y siete. Tenían doscientos, entre cantores y cantoras; 66setecientos treinta y seis caballos, doscientos cuarenta y cinco mulos, 68cuatrocientos treinta y cinco camellos y seis mil setecientos veinte asnos.

68Cuando llegaron al templo de Jerusalén, algunos cabezas de familia hicieron donativos para que e reconstruyese en su mismo sitio. 69De acuerdo con sus posibilidades, entregaron al fondo del culto sesenta y un mil dracmas de oro, cinco mil minas de plata y cien túnicas sacerdotales.

70Los sacerdotes, los levitas y parte del pueblo se establecieron en Jerusalén; los cantores, los porteros y los donados, en sus pueblos, y el resto de Israel, en los suyos.


Explicación.

2 El gusto del Cronista por las litas y genealogías reaparece aquí con redoblada razón. Se trata de recoger para el recuerdo los nombres de aquellos primeros ciudadanos que volvieron a la patria. La lista es como una lápida escrita para la posteridad; de hecho, viven hoy judíos que hacen remontar su apellido a algunos de estos repatriados. La lista se encuentra con ligeras variantes en Neh 7.

Para las autoridades persas esa lista servía a razones administrativas: control de movimiento de personas o familias, impuestos; también podía tener miras militares, al menos en momentos de emergencia. Los repatriados se convertían en aliado potencial muy bien situado. Por parte judía, la lista indica el cuidado con que muchas familias de exiliados conservaban sus registros familiares. Es probable que el autor haya insertado aquí una lista existente, conservada en los archivos de Jerusalén.

2,2 Encabeza la lista esta serie de once nombres, que en Neh 7 son doce; quizá en representación simbólica de las doce tribus. Notamos entre ellos a los dos próximos jefes de la comunidad, el davídida Zorobabel y el aarónida Josué. No se menciona Sesbasar.

2,3-35 La lista de seglares incluye dos tipos: unos pertenecen a familias o clanes registrados y se presentan con el gentilicio común; otros pertenecen a localidades, sin definición familiar. Quizá se reflejen en esta distinción dos clases sociales, algo así como patricios y plebeyos. Las dos radicaciones, familia y geografía, garantizan la pertenencia al pueblo.

Entre las poblaciones notamos Betel y Ay, que pertenecían al reino del norte, y fueron englobadas en Judá durante el reinado de Josías; algunos nombres son dudosos. Entre los nombres personales aparece uno persa (Bigvay = Bagoas).

2,25 * = Villasotos; Leona; Pozos.

2,36-39 El número de sacerdotes resulta muy alto en proporción: casi el diez por ciento de los repatriados. El dato puede sugerir dos cosas: que entre los grupos sacerdotales se cultivó especialmente la esperanza de volver a la patria y por eso respondieron muchos a la primera llamada; que una repatriación polarizada por la reconstrucción y puesta en servicio del templo requería un número alto de funcionarios cúlticos. También es posible que para esa clase sacerdotal no hubiera trabajo ni posición aceptables en Babilonia, mientras que Jerusalén prometía una ocupación adecuada.

2,40 Contrasta el número bajísimo de levitas. Quizá estos levitas, funcionarios de la enseñanza religiosa más que de los sacrificios, pudieran desarrollar una actividad satisfactoria en las comunidades de exiliados. (La misma dificultad en reclutar levitas encontrará un siglo más tarde Esdras: Esd 8).

2,41-42 Cantores y porteros representan una especialización en el culto, a la que concede gran importancia el Cronista (1 Cr 25).

2,43-58 Donados y siervos de Salomón constituían el grupo de empleados inferiores del templo. Su número es bastante reducido.

2,59-63 El dato sirve de contraprueba: a la caravana se suman algunos que se sienten miembros del pueblo, pero no pueden probar su ascendencia israelítica. En el caso de los seglares, podían fácilmente entrar como "emigrantes", en espera de una incorporación total. En el caso de los sacerdotes no bastaba la voluntad de pertenecer al pueblo o el deseo de desempeñar funciones sagradas. Eso había quedado para el sacerdocio improvisado de Israel (2 Cr 11,15); en Judá la vocación sacerdotal era cuestión de linaje controlado (recuérdese por contraste la figura de Melquisedec Heb 7,3). Resuelve el caso el mismo gobernador (probablemente Sesbasar); lo cual indica que no bastaba la competencia sacerdotal ordinaria, sino que había que recurrir a un juicio de Dios por la técnica oficial de las suertes (urim y tumim). La decisión de la autorida civil es interina, y en Neh 3,4 comprobamos que al menos uno había probado ya su legitimidad. Sobre el galadita Barzilay, véase 2 Sm 19,31-39.

2,64-65 El número de esclavos no es muy elevado. Con todo, si pensamos en las circunstancias, es fácil colegir que muchas familias judías habían logrado rehacerse y prosperar en el destierro. No debemos pensar que estos esclavos fueran judíos -sería muy extraño-; serían más bien miembros de otros pueblos, habitantes en territorio babilonio, quizá subyugados o deportados por los monarcas precedentes. El grupo nutrido de "cantores y cantoras" no son personal del templo, ya registrado oficialmente. Podemos pensar en grupos de esclavos que entretenían a la población con sus músicas y sus historias canturreadas (recuérdese la posición de Ezequiel en 30,30-33).

2,66-67 No hay ganado, todo son bestias de carga de diversas categorías. Si las cifras son exactas, deducimos que algunas familias no se pudieron permitir ni siquiera un burro de carga, tendrían que compartirlo con otros; también comprobamos que no todas las bestias de carga contaban con un esclavo. Las diferencias sociales del grupo quedarán confirmadas más adelante.

2,68-69 Llama por anticipado "templo del Señor" al lugar donde estuvo y estará el templo. Los donativos en metálico son muy significativos (compárese con Neh 7). El nombre de la moneda es dudoso: desde el siglo VI se empiezan a usar el dárico persa (del nombre del rey Darío) y la dracma (o tetradracma) griega; podemos pensar que el autor diera las cifras con las equivalencias de su época; el texto hebreo nos da las consonantes drkmnm. La cantidad de los donativos es notable, tanto si leemos dáricos (8,4 gr.) como si leemos dracmas (4 gr.). La cantidad de los donativos acuñados es muy importante, sale a más de una pieza por persona. Como en el grupo había mucha gente pobre y aun proletarios, se sigue que también había familias adineradas. Gente que se había dedicado al comercio en Babilonia y disponía de dinero en metálico, acuñado o no; y gente que en el momento del retorno vendió sus posesiones y llevó el dinero a Jerusalén. También hay que contar con donativos de los que se quedaron en Babilonia y que pudieron ser importantes. No parece que en aquel momento se pudiera cobrar a los desterrados el impuesto personal por el templo.

2,70 Esto daría para la capital una población inicial de repatriados de más de cinco mil habitantes; los otros empleados del templo no podían vivir muy lejos de la capital, aunque acudiesen por turnos.

La noticia deja un vacío narrativo porque supone un vacío geográfico. ¿No había habitantes en Jerusalén y en Judá cuando llegaron los repatriados? Baste recordar la codicia de los pueblos vecinos, idumeos, filisteos y también moabitas y amonitas, que podían entrar en territorio de nadie; añadamos la práctica de establecer colonos, militares o civiles en las regiones despobladas; contemos también con los judíos que no fueron al destierro (2 Re 25,12) y con los vecinos samaritanos. Si algunos judíos residentes en la vieja patria esperaban con ansia o con afecto a sus hermanos, otros muchos residentes verían en ellos intrusos y rivales. La llegada no sería tan fácil y pacífica como da impresión el relato. Por otra parte, ¿dónde se hospedaron los recién llegados, si la ciudad era un campo de ruinas? Cincuenta mil personas entrando de golpe en una zona reducida y parciamente poblada no es asunto indiferente. Se ve que el autor prescinde, en este momento trascendental, de particulares penosos, para exaltar el acontecimiento histórico trascendental.

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