lunes, 16 de noviembre de 2020

ESDRAS. CAPÍTULO VIII

 81Lista de los cabezas de familia, indicando su genealogía, que subieron conmigo desde Babilonia durante el reinado de Artajerjes:

7De los descendientes de Fineés, Guersón.

De los descendientes de Itamar, Daniel.

3De los descendientes de David, Jatús, hijo de Secanías.

De los descendientes de Farós, Zacarías y ciento cincuenta registrados con él.

4De los descendientes de Pajat Moab, Elioenay, hijo de Zerajías, con doscientos varones.

5De los descendientes de Zatú, Secanías, hijo de Yajziel, con trescientos varones.

6De los descendientes de Adín, Ebed, hijo de Jonatán, con cincuenta varones.

7De los descendientes de Eam, Isaías, hijo de Atalías, con setenta varones.

8De los descendientes de Sefatías, Zebadías, hijo de Miguel, con ochenta varones.

9De los descendientes de Joab Abdías, hijo de Yejiel, con doscientos dieciocho varones.

10De los descendientes de Baní, Selomit, hijo de Yosifías, con ciento sesenta varones.

11De los descendientes de Bebay, Zacarías, hijo de Bebay, con veintiocho varones.

12De los descendientes de Azgad, Juan, hijo de Hacatán, con ciento diez varones.

13De los descendientes de Adonicán, los últimos, llamados Elifélet, Yeguiel y Semayas, con sesenta varones.

14De los descendientes de Bigvay, Utay y Zabud, con setenta varones.

El viaje a Jerusalén

15Los reuní junto al río que corre hacia Ahavá; acampamos allí tres días, y observé que había seglares y sacerdotes, pero no encontré levitas. 16Entonces envié a los jefes Eliezer, Ariel, Semayas, Elnatán, Yarib, Elnatán, Natán, Zacarías y Mesután, y a Yoyarib y Elnatán, hombres prudentes, 17con la orden de presentarse a Idó, jefe de la localidad de Casifía, a fin de que nos proporcionaran empleados para el templo de nuestro Dios. 18Gracias a Dios, nos enviaron un hombre prudente, descendiente de Majlí, de Leví, de Israel: Serebías, que vino con dieciocho personas entre hijos y hermanos. 19También nos enviaron a Yasabías e Isaías, descendientes de Merarí, con veinte entre hijos y hermanos. 20Y doscientos veinte donados, de los que David y las autoridades destinaron al servicio de los levitas. Todos fueron designados nominalmente.

21Allí, junto al río Ahavá, proclamé un ayuno para hacer penitencia ante nuestro Dios y pedirle un feliz viaje para nosotros, nuestros niños y nuestros bienes. 22Porque nos daba reparo pedirle al rey infantes y jinetes que nos protegiesen de los enemigos durante el viaje, después de haberle dicho: <<Nuestro Dios protege a los que le sirven, mientras su poder y su cólera se vuelven contra los que lo abandonan>>. 23Por esta intención ayunamos y suplicamos al Señor, que nos atendió benignamente.

24Escogí a doce príncipes de los sacerdotes y también a Serebías y Yasabías con diez de sus hermanos. 25Pesé ante ellos la plata, el oro y los objetos que el rey, sus consejeros y los israelitas residentes allí habían entregado como ofrenda al templo de nuestro Dios. 26Lo pesé, y les entregué diecinueve mil quinientos kilos de plata, cien objetos de plata que pesaban sesenta kilos y tres mil kilos de oro, 27veinte copas de oro de mil dáricos y dos objetos de bronce fino dorado, valiosos como el oro. 28Y les dije:

-Vosotros estáis consagrados al Señor. Estos objetos son sagrados y la plata y el oro son ofrendas voluntarias al Señor, Dios de nuestros padres. 29Vigiladlos y guardadlos hasta que los peséis en Jerusalén, en las salas del templo, delante de los príncipes de los sacerdotes, los levitas y los cabezas de familia de Israel.

30Los sacerdotes y levitas tomaron la plata, el oro y los objetos que habían contado para llevarlos a Jerusalén, al templo de nuestro Dios.

31El doce de marzo partimos del río Ahavá y nos encaminamos hacia Jerusalén. Nuestro Dios nos protegió y nos libró de enemigos y salteadores durante el viaje. 32Llegamos a Jerusalén y descansamos allí tres días. 33El cuarto contamos la plata, el oro y los objetos en el templo de nuestro Dios y se los entregamos al sumo sacerdote, Meremot, hijo de Urías, en presencia de Eleazar, hijo de Fineés, y de los levitas Yozabad, hijo de Josué,  Noadías, hijo de Binuy. 34Tras contar y pesar todo, se puso el inventario por escrito.

35Los deportados que volvían del cautiverio ofrecieron holocaustos al Dios de Israel: doce novillos por todo Israel, noventa y seis carneros setenta y siete corderos y doce machos cabríos como sacrificio expiatorio; todos en holocausto al Señor. 36Luego entregaron los decretos del rey a los sátrapas imperiales y a los gobernadores de Transeufratina, que ayudaron al pueblo y al templo de Dios.

Explicación.

En la lista encontramos primero dos sacerdotes y después un davídida. No parece que el descendiente de David volviera con poderes civiles, como en otros tiempos Zorobabel; con todo, se ve que el linaje es respetado.

Aparecen después doce jefes de familia, como reconstruyendo el número tradicional, aunque sin representar todas las tribus. En total resultan casi mil quinientos varones. Parece como si la comunidad de Judá necesitase periódicamente estos refuerzos de población venida de la diáspora. Estos grupos numerosos y compactos tenían que influir poderosamente sobre la comunidad. Por lo que se lee en capítulos posteriores, parece que estos nuevos repatriados conservaban con mayor pureza la identidad nacional y los ideales tradicionales. Si esto es cierto, comprendemos mejor que Esdras necesitara el respaldo del emperador y el apoyo de un fuerte grupo para enfrentarse con los abusos de la comunidad en Judá.

8,15-20 Ya apareció en la primera caravana de repatriados el bajo número de levitas. Se ve que sus perspectivas de trabajo en la patria no contrarrestaban las ventajas de su situación en la diáspora.

8,21-23 Aquí vemos al guía espiritual de la caravana. Un viaje tan largo era un riesgo repetido por las bandas de salteadores que acechaban las rutas caravaneras; el riesgo se multiplicaba cuando los peregrinos transportaban cargas valiosas. Por esta razón, el emperador o sus funcionarios habían ofrecido una escolta militar. Esdras podía haberla aceptado tranquilamente, pero prefirió jugar una carga peligrosa. Ante el emperador demostraba la grandeza de su Dios y el realismo de su confianza; a los peregrinos les enseñaba prácticamente a confiar en Dios más que en los hombres, según la pura tradición israelítica. Esto significaba una experiencia como de noviciado, como de viejos israelitas por el desierto a la salida de Egipto (Is 43,2).

Es tradicional que el desierto desempeñe la función de prueba. Los hombres que superen esa prueba llegarán curtidos, afincados en la confianza en Dios y capaces de valerse por sí mismos.

Esdras aceptó el apoyo político del rey, rechazó la protección militar. En su mismo nombre (=el Señor protege) lleva una prenda del cielo; el texto hebreo llama la atención delicadamente sobre el sentido del nombre.

8,22 Los dos versos suenan como cita o imitación de algún salmo (véase, por ejemplo, Sal 27,1-3).

8,24-27 La cantidad es muy elevada. Sabemos que muchos judíos habían prosperado en diversas regiones del Imperio, algunos formaban parte de la banca internacional. Con sus donativos para el templo profesaban su fidelidad judía. También los judíos de clase media traerían sus contribuciones. El que escribe estas líneas disfruta viendo el amor de tantos judíos al templo lejano. Y hasta puede insinuarnos el cumplimiento de algunas profecías: "vendrán las riquezas de todo el mundo y llenaré de gloria este templo. Mía es la plata, mío es el oro, oráculo del Señor de los ejércitos" (Ag 2,7-8).

El dato se puede leer sobre el fondo de la comunidad de Elefantina en Egipto, que había construido su propio templo, y de la comunidad samaritana, que lo construirá bien pronto. Esdras representa la pura tradición, del templo central único, punto de referencia, centro de unidad y atracción para los judíos posexílicos. En cierto modo, la obra del Cronista gravita hacia este momento, que, cronológicamente, es el final de la historia.

8,28-29 El que parecía despreocupado de la seguridad humana de los peregrinos extrema la atención en lo que se refiere a los dones votivos.

8,31 Esto significa que la Pascua los alcanza apenas comenzada la marcha. Del viaje no hay incidencias que contar. Todo se resume en la protección de Dios otorgada a los confiaron en él. En Jerusalén hubieron de recibir hospedaje de familiares y de otras personas antes de instalarse cada uno en su sitio.

8,35 Los repatriados se siguen llamando "los deportados que volvían del cautiverio", aunque su situación política era muy diversa. Ya no vivían forzados o explotados en tierra ajena, ya estaban arraigados en nuevas posesiones, en comunidades judías. Desde el punto de vista de Jerusalén y Judá, todo el resto era deportación, dispersión; desde el punto de vista de los dispersos, Jerusalén era centro espiritual que no exigía la presencia física. Esta polaridad de un centro y muchos centros define la situación de los judíos posexílicos. La vuelta es como una romería que culmina con la celebración en el templo. Los repatriados, una vez más, representan a todo Israel. La celebración no dejaría de impresionar a gente que no estaba acostumbrada al culto con sacrificios.

Este verso y el siguiente pasan a la tercera persona.

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